La huella de Félix (Iker Jiménez)
El periodista y presentador Iker Jiménez recuerda la figura de Félix Rodríguez de la Fuente con motivo del 30 aniversario de su fallecimiento.
Fue un mes de marzo, hace treinta años. Aún recuerdo perfectamente la sensación de incredulidad que recorría los patios de los colegios. De todos los colegios de España. No podíamos. No queríamos creerlo. De pronto, nos habíamos quedado huérfanos. Sin nuestro maestro.
Félix Rodríguez de la Fuente no necesita ninguna presentación. No la necesitan los iconos, los símbolos, los que han trascendido al corto espacio de lo humano. Su obra, su voz, su fuerza y su entusiasmo, siguen contagiando del mismo modo. Siguen irradiando desde algún lugar. Siguen impulsando a muchos desde lo hondo de un recuerdo imborrable anidado al alma. Su chaqueta de bolsillos, el cuello vuelto, su peinado, su sonrisa, su forma de dirigirse a la cámara. Todo en él era único e inimitable. Él era un big bang en expansión cuando se dirigía a nosotros con emoción.
Entonces entre emisor y receptor acontecía algo inexplicable. Algo en lo que yo creo. Algo que no es medible ni científico: Magia. Él, chamán paleolítico reencarnado para hacernos llegar las historias del mundo a través de su mirada. Nosotros, los niños de la cueva umbría y profunda, fascinados imaginando universos. Él, buhonero del infinito, siempre portando una carga de ilusiones, de sueños, de anhelos. Nosotros, niños de toda España, que esperábamos la cita semanal como antaño nuestros antepasados esperaban en las aldeas castellanas la llegada del hombre que con canto hipnótico nos contaba cómo era la realidad en reinos lejanos que nunca íbamos a pisar.
Y la realidad, a través de su voz, era mejor y más bella. En eso consistía su magia. La magia de un lenguaje que transformaba neuronas y genes. La voz que nos cambiaba por dentro con mensajes certeros y que, como un código antiguo, nadie más conocía. Mensajes de emoción, de respeto, de comunión con el misterio de la naturaleza y de la vida.
Iker Jiménez